miércoles, 22 de septiembre de 2010

UNA NOCHE TRÁGICA

UNA NOCHE TRÁGICA

El silencio de la noche se rompió con el seco sonido de un disparo. Era una noche de enero, había nevado y todo el pueblo estaba durmiendo cuando lo oí, pero no fui el único. En ese momento empezaron a subir persianas y a abrirse puertas de balcones. Todo el pueblo salía a ver que era lo que había pasado en la calle y sobretodo si alguien había salido herido. Me levanté rápidamente y fui a buscar a mis padres. También ellos lo habían oído, fuimos todos hacia el balcón. Este daba a la plaza de la iglesia, y al salir, vimos una sombra que se escapaba por un callejón. Cuando perdimos a la sombra ya sabíamos que había sido su dueño el que había disparado y nos giramos todos hacia la puerta de la iglesia, donde, estaba el pobre párroco tendido en el suelo con un disparo en el pecho. Esto lo sabíamos por la extensa mancha de sangre que tacaba la nieve de su alrededor. Bajamos tan deprisa como nos permitían nuestras piernas. Corrimos hacía Juan, el cura, y solo llegar mi madre se tendió y le hizo de almohada para que estuviera lo más cómodo posible, aunque ya no se podía hacer nada. Estaba casi muerto, pero aún así le dio tiempo a decir unas palabras: “me voy con Dios”. Al terminarlas, cerró los ojos para no volverlos a abrir jamás. En ese momento mi madre no pudo contener las lágrimas y empezó a llorar, apretándolo contra su pecho y pidiéndole que despertara. Mi madre iba todos los domingos a misa y si entre semana podía también, y como ella todas las mujeres del pueblo, que en ese momento también lloraban. La gente iba llegando, la plaza se iba llenando y tal como llegaban y veían lo sucedido, a la gente le cambiaba la cara. Yo me preguntaba que debía haber pasado para que el párroco terminara de esa forma. Entré en la iglesia buscando algún rastro algún indicio… y ahí estaba, la puerta de la caja donde se guardaba el dinero de la iglesia estaba abierta. Me acerqué para ver el interior y efectivamente, estaba vacía. Salí para buscar al padre de José, el policía del pueblo y padre de mi mejor amigo. El señor Jesús me siguió hasta el interior de la iglesia y se miró lo que le enseñé, la pista que podía decirnos quién era el culpable. Al cabo de pocos minutos llegó la policía y la gente empezó a marcharse a sus casas, todos muy desconcertados y un poco asustados. Nosotros también nos fuimos. La tarde siguiente enterramos al pobre cura en el cementerio del pueblo, todo el pueblo estaba allí.
Al cabo de una semana salió en el periódico local la noticia a la que tantas vueltas le había dado. La respuesta a mis preguntas. La noticia contaba todo lo que había sucedido esa noche en la iglesia del pueblo.
Un hombre de la calle, Pedro Almara, había entrado a la iglesia con el propósito de robar dinero para poder comprarse algo para comer.
El párroco lo oyó y entró a la iglesia a ver que estaba pasando, cuando se encontró a ese tipo robando el dinero de su iglesia. Al ver al sacerdote, quiso escapar pero el religioso le consiguió coger cuando estaba ya saliendo de la iglesia donde el mendigo sacó su pistola y disparó sin pensar. Luego se fue por el callejón con el dinero. La policía ya lo ha detenido y él ha confesado.
Cuando la terminé de leer, pensé y llegué a la conclusión que a veces el hambre y la pobreza pueden más que los principios y que la propia gente. Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder y haces lo que sea para sobrevivir, a costa de los demás seres que viven a tu alrededor.


MARTA OLIVA ALBERT

2 comentarios:

Marta Oliva Albert dijo...

he puesto que tacaba y es "manchaba" :)

Teresa dijo...

Es un buen trabajo, sobretodo, muy correctamente redactado pero, echo en falta un poco de sorpresa en la historia, todo es muy previsible.
También quiero comentarte que te has dejado de acentuar algunos pronombres interrogativos tipo "para ver qué había sucedido" y que la oración "Ya lo han detenido..." debe decir "ya lo habían detenido..." que es el tiempo que has empleado para explicar la noticia.
Por lo demás, muy bien.