lunes, 22 de septiembre de 2008

El silencio de la noche se rompió con el seco sonido de un disparo.

Estábamos de vacaciones mi mejor amiga Alexia y yo, paseando por la playa. Era la noche del quince de Agosto. Hacía mucho calor y las dos decidimos de ir a mojarnos los pies con la refrescante agua del mar. Las dos estábamos cansadas del largo viaje que había durado todo el día. Habíamos llegado esa misma noche y todavía teníamos que ir a deshacer las maletas, ¡pero es que se estaba tan tranquilo paseando por la playa! Nos sentamos a ver como las olas rompían chocando contra las rocas. De repente ese silencio de la noche donde sólo se oían las olas se rompió con el seco sonido de un disparo. Alexia se asustó tanto que dejó escapar un grito terriblemente espantoso que resonó por toda la cueva que había al otro lado de la playa.
Las dos asustadas con el corazón que latía a mil y uno por hora nos levantamos tan rápido como pudimos y nos fuimos corriendo a ver que había pasado.
Cuando llegamos a la calle que llevaba a la playa vimos un montón de gente que rodeaba a un hombre tendido en el suelo con una gran mancha de sangre que le salía de la cabeza y a otros dos hombres que agarraban a una mujer con una pistola en la mano y con los ojos fuera de órbita que iba diciendo que ella no quería hacerlo, que no era su intención, pero que ahora el había pagado el daño que le había pasar durante todo ese tiempo desde que su hijo murió por culpa de un grabe accidente de coche por culpa de ese hombre que iba borracho al volante.
Nuestras vacaciones no empezaron de lo mas terrible que puedas imaginar. Ahora el silencio de la noche me da miedo como la oscuridad a los niños pequeños, como el agua al fuego, como la trucha del anzuelo…
Mariona Campoy. :)

sábado, 20 de septiembre de 2008

El silencio de la noche se rompió con el seco sonido de un disparo;


Menuda nochecita había pasado. La pobre Marylin ya no sabia dónde se había olvidado su cabeza, quizás la perdió aquella noche de abril que salió de fiesta con sus amigas. Desde esa noche, las demás noches no fueron aptas para personas débiles, pues nunca más volvió a recordar su verdadero nombre.
Marylin ya no es quién cuenta su relato (siempre le había gustado contar sus aventuras delante de todo el curso), ahora son sus amigas quienes lo cuentan por ella, algo que a Marylin, no le entusiasma mucho.
Siempre le había gustado ser el centro de atención (quizás por eso aún seguía viva, con las mismas ganas de siempre) pero ella sabía que no de esa manera.
Sus amigas cuentan la historia y al mismo tiempo la viven, ellas estaban allí. Mientras Sofía cuenta la historia (asegura haberla contado más de treinta veces), a Laya aún se le derrama alguna que otra lágrima, María sigue gritando como en la noche del suceso, y Claudia… Claudia sigue mordiéndose la manga derecha del jersey.
Sofía sigue contando la historia como la primera vez, pues es difícil de olvidar.
Todo empezó la noche en que a Marylin se le ocurrió ir a cenar fuera, a aquel restaurante italiano que tanto les hacia disfrutar. Cuándo llegó a casa fue directa a su habitación, cogió su móvil que cinco horas antes estaba a cero de batería y que su madre, tan previsible como siempre, lo había puesto en carga, y llamó a su íntima amiga, Sofía. A Sofía le chiflaban las pizzas de masa crujiente y fina, por lo tanto, estaba claro que aceptaría. Al cabo de media hora (sus conversaciones siempre se alargaban más de la cuenta debido a su confianza), Marylin colgó y acto seguido, como si de una rutina se tratara, marco ágilmente el 636… de Claudia. Claudia era una chica tímida, era la nueva en todo esto, sus padres nunca le habían dejado salir por las noches cuando vivía en Barcelona, y el miedo que le habían metido dentro del cuerpo contándole raptos y violaciones en las Ramblas se notaba en su inseguridad, pero algún día debía de cambiar. Aceptó. Como Marylin era siempre la que sus facturas de Movistar llegaban a 200€ y raramente bajaban de ésa cifra, estaba claro que era la encargada de llamar a todo el grupo, así que buscó en su lista de contactos a Laya. Laya siempre había sido una chica dispuesta a todo, se entregaba al máximo en todo lo que tenia que ver con sus amigas, las adoraba, la adoraban.
Quedaron a las 22:00, para a las diez y media poder estar sentadas en aquel cómodo restaurante que olía a su comida favorita. Claudia fue la primera en llegar. Llevaba unos pantalones largos i un jersey, su madre siempre le obligaba a salir de casa tapada hasta el cuello, “no quiero que mi hija sea una de esas niñas provocativas que se pasean por las calles dando besos a todo el mundo” justificaba delante de su marido, más liberal, por supuesto. Cuando tenía miedo mordía la punta de la manga derecha del jersey, ahora lo tenía, tenía miedo de estar sola en medio de la noche, su madre había sido la culpable. Cuando Claudia vio a Laya, dejo de morder el jersey. Juntas esperaron a Sofía y a Marylin. Ellas sabían que llegarían juntas, siempre quedaban antes para irse a maquillar y probarse toda la ropa del armario hasta dar con la adecuada para una noche de fiesta. Esa noche se presentaron al restaurante con una minifalda y un top, unos tacones traicioneros de 5 centímetros y unas ganas de fiesta increíbles. Las ganas de fiesta no las llevaban escritas en la sien, sino dentro del bolso. No era difícil poder ver la silueta de dos botellas de alcohol dentro del bolso gigante de Marylin.
Entraron, disfrutaron de la cena, charlaron de novios, de cotilleos, criticaron, hablaron del colegio… les dio tiempo de hablar de todo o casi todo. Cuando cerraron el restaurante, se fueron a la plaza dónde solían hacer los botellones. Ellas eran las más jóvenes, y eso les hacía sentir grandes. Al cabo de media hora ya no quedaba nada dentro de las botellas, ni una gota. Ni Claudia ni Laya
habían probado nada, salvo un vaso de Coca Cola. En cambio, Sofía y Marylin tenían sus problemas para mantenerse firmes sobre sus traicioneros tacones (aquí fue donde Claudia y Laya se dieron cuenta de que esa noche, ellas serían sus niñeras). Todo eran risas, frases sin sentido, miradas de cómplices…cuando se caían, se volvían a levantar y fuera problemas, hasta que llegaron a la Plaza Mayor. Un trayecto que podrían haber hecho en diez minutos duró una hora, pero que más iba a darles, si tenían que volver a casa a las 6 de la madrugada.
Se sentaron en un banco de la plaza porque se estaban quejando de que les dolía la cabeza. Eran las 3 de la madrugada, i a las tres y media tanto Claudia como Laya tenían que estar dentro de su cómoda cama. Cuando todo parecía calmarse, y creían que estar sentadas había hecho su efecto, Marylin empezó a vomitar. Sofia se estaba riendo otra vez, mirando a su compañera mientras Claudia le daba una tónica y Laya le aguantaba el pelo para que no se le manchara de esa cosa asquerosa. Cuando ya no le quedaba más líquido, las cuatro se sentaron de nuevo en el banco, y decidieron quedarse hasta menos diez antes de dejar solas a Sofía y a Marylin, asegurándose así que ya estaban bien. El silencio era eterno, era tal el silencio, que se podía oír la respiración de las cuatro chicas y las hojas de los árboles del parque que bailoteaban con el viento. De la vieja fuente ya no salía agua, y ya no quedaba ni un alma en la calle. “La gente debe de estar en la discoteca pasándoselo en grande, y nosotras aquí, por culpa de el alcohol” se repetía mentalmente Laya.

El silencio de la noche se rompió con el seco sonido de un disparo, seguido de unos pasos agitados que venían hacia ellas. El susto fue tal, el miedo se puso dentro de los cuerpos de las chicas de tal manera, que cómo un ensayo de una obra de teatro, las cuatro se levantaron del banco y se pusieron a correr hacía el fondo de la plaza, intentando escaparse de una muerte casi segura.
El loco armado corrió detrás de ellas, gritando con la pistola en el aire, y las chicas no sabían por dónde ir. “Yo me desvié por un callejón que encontré al lado de la fuente, él no me vio, o al menos no era yo su mayor objetivo” cuenta Laya mirando al cielo.”Oía como Claudia llamaba a Sofía, entonces supe que Marylin se había quedado sola”. Claudia sigue contando lo que sucedió, pues Laya se ha puesto a llorar de repente. “Cogí a Sofía y nos escondimos detrás de un contenedor, estábamos muertas de miedo, Sofía gritaba, no por ella, sino por la vida de Marylin, pues no estaba con ninguna de las dos. No estaba ni con Laya ni conmigo, los tacones la habían traicionado, uno se le había roto y había caído al no poder contener el equilibrio. Desde nuestras posiciones se podía contemplar todo, fue de todo menos agradable”. Laya, que ha dejado de llorar, ayuda a Claudia a contar lo que pasó. “Sofía y yo estábamos temblando, veíamos lo que ese loco le estaba haciendo a nuestra amiga, pero el miedo nos impedía reaccionar, solo nos dejaba temblar. Empecé a morderme la manga derecha de mi jersey, y así quedó”. Claudia enseña con timidez una manga descosida y rota a mordiscos, es su jersey. “ Marylin ya no gritaba, el golpe que le dio ése loco fue tremendo, suerte que la dejó en cuando oyó unas sirenas, era la policía, que una vecina había llamado cuándo estaba presenciando la violación desde su ventana.”
Recordando todo lo que sucedió, Laya vuelve a llorar, Sofía vuelve a gritar cubriéndose la cabeza con sus manos heladas y Claudia está en una esquina, balanceándose sobre su cuerpo mordiendo la manga derecha de otro jersey. Y Marylin… Marylin no hace nada, Marylin mira con desprecio a sus amigas, pues no recuerda quiénes son.
Lídia Puyals

martes, 16 de septiembre de 2008

VOLVER A EMPEZAR



Bien, ya hemos vuelto a empezar y también este año vais a trabajar con este blog que, como sucedió el año pasado, os proporcionará "muy buenos momentos".

Lo vamos a emplear para que vosotros colgéis vuestras redacciones, pero también será una forma de mantener el contacto fuera del aula y un medio para proporcionaros recursos, actividades o páginas que están en internet y que crea que os pueden ayudar a sacar adelante la asignatura.

Así pues, ¡bienvenidos y bienvenidas!