martes, 14 de diciembre de 2010

HISTORIA DE AMOR

Todo empezó el verano pasado, en las fiestas de mi pueblo, y desde entonces sigo a su lado.
En el momento en que hablamos por primera vez no me podía imaginar que se fuese a convertir en una persona tan especial i esencial para mi, ni yo ni ninguno de mis amigos.
Nos conocimos en una fiesta, sus amigos se juntaban bastante con mis amigos y gracias a ellos nos conocimos. Desde ese día empezamos a hablar bastante y a confiar el uno en el otro. Empecé a sentir algo por el un tiempo después de conocerle, no lo veía solo como un amigo, sino como algo más, pero dudaba mucho que el sintiese lo mismo que yo, así que seguí igual que siempre con él. Lo último que yo quería era poner en peligro nuestra amistad. Un día hablando me contó que estaba empezando a sentir algo especial por una chica, yo al ver eso me entristeció muchísimo, porque cada vez me gustaba más y no podía soportar la idea de que él estuviese con otra. Me contó que era amiga suya, y que le daba miedo dar el paso porque si salia mal su amistad se podría perder. Después de contarme eso me pasé toda la noche sin poder dormir, pensando en lo que me había contado. Finalmente llegue a la conclusión de que yo no podría llegar nunca a estar con él, porque le gustaba otra y a mi solamente me veía como una simple amiga, así que decidí ayudarle con esa chica, aunque a mi eso me hiciese daño por dentro pero si esto era lo que él quería y le hacia feliz yo no era nadie para impedirlo. Él me pidió consejo de como decírselo a esa chica, no sabía como hacerlo. Le dije que el próximo sábado eran las fiestas de mi pueblo y que podía aprovechar este día para decírselo, que se la llevase a un sitio apartado de la gente, donde estuviesen ellos dos solos y que le confesara todo lo que sentía por ella.
Ese sábado yo estaba muy triste, veía que lo perdería para siempre que se iría con la otra, por eso no quería salir pero finalmente mis amigas me convencieron. Salí e intente pasármelo bien con todos mis amigos, incluido él. Al cabo de un rato me cogió i me llevo lejos de todos, primero me pregunto que me pasaba porque me veía muy triste. Después me dijo que era yo la chica de la que me hablaba y que desde hacía tiempo que sentía algo especial por mi. No me pude aguantar la emoción que sentí en ese momento y le di un beso.
Ese fue el primer beso que nos dimos, pero no el último porque pienso seguir siempre a su lado, nada ni nadie nos separaran.

JUDITH C.

Mi Diosa del Amor

Nunca supe el verdadero nombre de aquella mujer con ojos azules, piel albina y una gran melena rubia. Vestía un vestido blanco, un hermoso vestido blanco, que cuyos ojos miraran tal prenda se enamoraban al instante. En cuanto supe ese detalle, la apodé: “Mi Diosa del Amor”.
Un frío día de diciembre caminaba por las calles heladas de Wreiston, mi pueblo natal. Las vacaciones de Navidad habían comenzado y todo estaba ya adornado para la llegada de las fiestas. Estaba empezando a nevar, todo era muy bonito, de película. Poco a poco la nieve iba cuajando y los pasos se hacían más lentos, no sabía si llegaría a tiempo a la cena. Nos teníamos que reunir todos en la casa de mi tía abuela Jessy, pero ninguno de ellos sabía que no asistiría a tal celebración. Mi Diosa del Amor apareció delante de mí a centímetros de mi gélido cuerpo. Ella no hablaba, o yo no era consciente de lo que decía, me miró con sus penetrantes ojos y no pude resistirme a la tentación de besarla. Cuando nuestros labios estaban a punto de tocarse ella habló:
- No me beses hermoso hombre, tu familia puede morir, están en peligro, vuestra casa no es segura, caerá.
Yo la seguía mirando, era imposible aguantar. Oí perfectamente lo que dijo y quería ir a avisarles pero no podía, mis pies no reaccionaban, el paisaje desapareció de mi vista y sólo se la veía a ella.
Como si un acto involuntario hiciera la besé de nuevo.
- Avísales o morirán, yo te tenía que avisar, no caigas a mi tentación.
No escuchaba lo que decía, no lo oía, la besé de nuevo. Como si cada beso tuviera que ser el último, quizás porque sí que lo sería.
Pasaban segundos, minutos, horas, y yo seguía allí, observándola, con cara de tontaina. Me decía a mi mismo es un sueño, tranquilo, la familia está bien, pero en el fondo de mi corazón sabía que no lo era aunque yo no lo aceptara. Ella me había devuelto la vida, sin ella no hubiera podido continuar con mi triste vida, mi monótona vida, ella la había cambiado; ahora me sentía fuerte, con ganas de seguir adelante, de crear una familia, tenía ganas de ser feliz.
La Diosa del Amor no hacía más que repetir ves, por favor, pero cada palabra que decía era como un impulso más a mantenerme cerca de ella cuando vio que era inútil cesó, ya no podía gritar más que me fuera, pues ella también quería mantenerse a mi lado. Era una imagen perfecta, quería verla cada día al despertar. Cerré los ojos un instante para que su imagen quedara gravada en mi interior, ella se desvaneció tras una última lágrima, yo había conseguido descubrir la realidad.
Estaba en medio de la calle, lleno de nieve por todos los lados y muy, muy frío, pero por encima de todo estaba mi amor, mi amor por mi familia y por la Diosa del Amor. Saqué fuerzas y continué mi camino a toda velocidad hasta la casa. Estaban todos esperándome, pero llegué a tiempo, los avisé y tras un montón de quejas salieron de la estructura. Esta cayó justo un segundo exacto después de la salida del último miembro de nuestra familia. La Diosa nos había salvado.
Aquella pequeña historia de amor me cambió la vida, y ahora, que ya tengo dos hijos, una mujer que me quiere y un perro, la sigo viendo, a aquella mujer que sonríe mientras una lágrima de alegría o de pena me mira.



EL AMOR CRUZA LA PUERTA

Miércoles, un día cómo cualquier otro, sin nada de especial, rutinario, en medio de aquella semana antes de Navidad en la que nadie tiene ganas de hacer nada. En las cabezas sólo se pasea una idea, un deseo: Navidad.
Llego a casa y subo corriendo las escaleras, tiro la mochila de cualquier modo, me pongo una cinta en el pelo (para que no me salgan granos en la cara) i bajo al comedor a mirar mi serie favorita mientras me como ese croissant que me he comprado a la pastelería de al lado. Silencio, la casa entera para mi sola, tranquilidad, independencia. El ruido de unas llaves abriendo la puerta rompe todas aquellas buenas sensaciones. Mi madre, pero con quién viene?
-Carla?
-Si mamá, estoy aquí
-Hola hija. Mira este es mi nuevo compañero, Mateo. Del que te hablé ayer por la noche
Si, esto mi madre me lo había contado, yo había estado contenta por ella. Desde que lo habían dejado con mi padre que no había levantado la cabeza. Y además aquel tal Mateo no estaba nada mal, debía ser un poco más joven. Mi imprevisto fue la figura de detrás suyo, un chico joven, probablemente unos dos años mayor que yo. Guapo, con un posado tímido y lo mejor de todo, estaba buenísimo.
-Sí, encantada Mateo. Todo bien?
-Muy bien, ya tenía ganas de conocerte. Mira este es mi hijo, Julio
-Hola Julio
-Ei
-Es un poco tímido pero tranquila que cuando os vayáis conociendo mejor, el chico cambia radicalmente
Entonces yo ya no escuchaba sus palabras, ni las de Mateo ni las de mamá, solo observaba a Julio, sin querer a causa de un tipo de fuerza de atracción que no me dejaba parar de mirarle.
Pasó aquella horrible semana y si, por fin éramos viernes. Adiós colegio! Hola vacaciones, no sabes las ganas que tenía de que llegara este momento. Mi madre me vino a buscar en el colegio en coche, y con las maletas en el maletero. Nos íbamos a Paris, me dijo. Con Mateo y su hijo, aquel hijo a quién no había vuelto a ver des del día en que lo conocí.
París, luces, edificios. Un mundo totalmente diferente, precioso. Una cena en un restaurante carísimo, al que nos invito Mateo, dejándose allí el aumento de sueldo de Navidades. Llegamos el hotel, teníamos dos habitaciones de matrimonio reservadas. Los padres tenían intención de dormir cada uno con su respectivo hijo pero tanto yo como Julio les dijimos que no había problema, que podían dormir juntos tranquilamente. La cara de mamá se iluminó así como la de Mateo. Una noche solos, en un hotel de París, la ciudad del amor.
Julio y yo entramos a la habitación. Nos pusimos el pijama y nos lavamos los dientes, todo sin decir ni una palabra. El corazón me latía descompasado, traidor, no me podía creer que dormiría en la misma cama que él. Encendimos la tele pero ni él ni yo entendíamos nada de francés. Entonces empezamos a hablar, de pocas cosas. Cada vez se le iba pasando más la vergüenza, incluso empezó a reír, y a mi cada vez me atraía más aquella sonrisa. Las tres de la mañana, seguíamos charlando. Entonces llegó el momento clave. Nos quedamos callados de golpe solo mirándonos con ojos brillantes. Aquel fue nuestro primer beso. Paris, habitación de un hotel con vistas a las luces de la calle. Y los besos siguieron, en medio de sonrisas y palabras tiernas. Besos dulces, apasionados, besos robados que se convertirían en una bonita y larga historia de amor

CLÀUDIA BOCHACA SABARICH!

lunes, 13 de diciembre de 2010

HISTORIA DE AMOR

Un Paseo Por el Parque

Era una tarde de otoño. Estaba sentado en mi cama mirando por la ventana, miraba el edificio de enfrente. Ella vivía allí. Estaba sentada en su escritorio haciendo sus deberes. Cuando éramos pequeños éramos muy amigos, nuestras familias siempre salían juntas y muchos fines de semana íbamos de excursión. Pero al crecer nos fuimos separando. Aun recuerdo cuando hablábamos por la ventana. Su ventana está justo frente la mía. Cuando teníamos algún problema nos los contábamos por ahí, y si hacía falta íbamos uno a la casa del otro. Hasta que empezó a salir con Mateo. Mateo era el tipo duro del colegio, un chico, que supongo que era atractivo, porque a todas las chicas les gustaba. Siempre me fijaba en como la trataba, siempre gritando. Ella no se merecía eso.
La miraba cada tarde, des de mi cama, con la esperanza de que girara la cabeza y me saludará o abriera la ventana y me hablará.
Una tarde salí y me fui al parque. Mi lugar preferido. Un sitio tranquilo, para pensar, fuera de la civilización. Me llevé un libro y me senté en un banco, cerca del estanque. De pronto se oyó un grito. Dudé un poco pero decidí ir a ver que estaba pasando. Me acerqué sin hacer ruido, no sabía que me iba a encontrar. Fue entonces cuando lo vi. Era ella, estaba en el suelo y él la estaba cogiendo por el brazo. Estaba llorando. No me lo pensé, me lancé hacia él y lo separé de ella. Le dije que la dejara en paz y que no se le acercará más. Nos peleamos hasta que le conseguí tirar al suelo y con muy mala cara se fue. Al ver que se había ido me giré hacia Rosa y le ayudé a levantarse. Me dio las gracias muchas veces y mi respuesta fue, a todas ellas: no hay de qué!
Después de esa pelea, me sentía como un caballero que había ganado su trofeo, estaba un poco nervioso. Volvimos a casa hablando de nuestra infancia y de todas las aventuras pasadas. Nos hicimos buenos amigos, como antes. En una ocasión recordamos cuando hablamos por la ventana y lo volvimos a hacer. Cuando queríamos hablar lo hacíamos por ahí. Algunas tardes quedábamos para ir a pasear. Una tarde fuimos al parque. Y nos sentamos en el mismo banco des de donde oí aquella tarde su grito. Nos sentamos y hablamos, hasta que de pronto se me acercó y me besó. Mi corazón no podía resistir pensaba que me saldría del pecho. Se aceleró como nunca y mis sueños empezaron a tomar color delante de mí. Justo después le contesté:
- Te quiero!
Y ella me contestó con otro beso.

MARTA OLIVA ALBERT

HISTORIA DE AMOR

Era mediados de primavera. Uno de esos días que te alegran la mañana. Como cada día hice mi rutina diaria, correr durante una hora, desayunar, vestirme y salir a trabajar. Esos días tan agradables no eran muy frecuentes,
y había que aprovecharlos al máximo. Mientras iba en el autobús, iba pensando en mis musarañas, en mis cosas. Pensaba en mi primer beso, en mi primer novio. No se porque me daba por pensar en esas cosas, nunca lo hago. También pensaba en mis padres que después de 50 años aun seguían casados y enamorados. Nadie pensaba que iban a durar tanto, ni siquiera que iban a acabar juntos, porque de niños no se podían ni ver, eran enemigos íntimos. Competían por cualquier cosa. Por muy insignificante que fuera, ellos iban a la carga. Una vez sus padres, que eran muy amigos, organizaron una acampada. A ellos le horrorizaba la idea de tener que dormir juntos en la misma tienda. Aunque les seducía más ir de acampada al aire libre. Se lo pasaron en grande, pero cuando llegó la noche y con ella la hora de dormir …
Mi padre ideo un plan, mas bien una broma para mi madre. Consistía en buscar unas lombrices y introducirlas en la colcha de dormir de mi madre. Él sabia que ella le tenia pavor, por eso lo hizo, solo que no llegó a imaginarse lo que pasaría después. Introdujo las lombrices dentro del saco de ella, cuando se metió dentro sintió algo que se movía, pero no sabia que era, así que decidió investigar, al levantar la colcha las vio retorciéndose. Al darse cuenta de lo que era, dio un respingo y rodó, cayendo sobre él. Mi padre la aparto enseguida y ella lo miró, viendo así que se reía. Al amanecer no quiso hablarle nunca más, y así lo hizo. Volvieron de la acampada y todavía no le hablaba. Pasaron los años y seguía sin hablarle. Él se sentía muy extraño y muy mal y no sabia porque. Un día, ya tenían unos 15 años y había llegado el baile de fin de curso. Mientras él pensaba porque se sentía así, miró por la ventana y la vio caminando al lado de un chico, sonriendo, muy feliz. En ese momento, sintió un calor que le quemaba por dentro no sabia que era. Estaba frustrado e impotente. Quería bajar y darle una paliza a ese chico. Se dio cuenta. Sí, eran celos, celos de ese chico. Se dio cuenta de que estaba enamora, pero no desde ahora sino desde siempre. Cuando la conoció, la primera vez que la miró y le hacia bromas porque le gustaba no porque la odiara ni mucho menos. Al darse cuenta de ello, no lo dudó ni un segundo, no quería perder más tiempo. Iba a pedirle que fuera con él al baile. Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Se pasó toda la noche pensando que le diría, como lo diría, donde se lo diría. No pudo dormir bien.
Al amanecer tomo coraje e inhaló aire. Se lavó los dientes, se vistió y bajó las escaleras hacia la casa de su enamorada. Cuando llegó a la puerta le temblaban las manos, y sudaba un montón, pero tocó la puerta y le abrieron. Comenzó a tartadear sin salirle las palabras. Se armó de coraje y le dijo:
- Ana, ya se que no … que no me quieres ver ni en pintura pero … pero me he dado cuenta de que … de que..
- ¿ Quieres decirme de una vez que quieres? No tengo todo el día.
- Humm … quería saber si … si querrías …
- Venga Emmet, suéltalo ya.
Hizo un largo suspiro y volvió a comenzar:
- Quería saber si querrías venir con migo al baile, pero si no quieres ir o ya tienes pareja no importa …
Ella le mira furiosa y extrañada. Él pensó que le diría que no pero después de unos segundos le dijo:
Porque demonios as esperado tanto para decírmelo, ¿hasta que me salgan canas?
Algo les pasó, no sabían qué pero, se miraron, sonrieron y se dieron un beso. De esos que sabes que nunca vas a olvidar en tu vida. Era el primero de los muchos otros que vendrían a continuación.

G. Yinaris G. Feliz