martes, 21 de septiembre de 2010

La cara del hombre extraño

La cara del hombre extraño

Aquella espantosa melodía no cesaba en mi cabeza. Siempre que iba a pasar algo malo aquellas notas retumbaban en mi cerebro. Siempre me ponía triste, pero esta vez era distinto, muy distinto.

- ¡Jake!
- ¡Ya voy mamá!
Aparentemente iba a ser un día normal, desayunar, acabar los deberes e ir al instituto. Lo odiaba, nunca había tenido verdaderos amigos, podía oír los pensamientos de la gente. ¿Nunca lo habíais pensado? ¿Cómo puedes tener amigos si puedes saber que lo único que quieren de ti son los deberes o bien piensan que eres completamente estúpido? Es difícil tenerlos, la hipocresía abundaba en mi instituto. Aparte también era psíquico, es decir, una extraña música sonaba cuando algo malo se acercaba, nunca me había gustado ese don. En el instituto sólo era “rarito”. No sabían nada de mí. Nada de nada.
Alguien llamó al timbre, un extraño hombre cuyo aspecto era débil, endeble, poca cosa. Pero su pensamiento era fuerte, al igual como su alma, muy difícil de entrar en ella. Apenas descifré que se llamaba John. Mi madre abrió la puerta y este cayó muerto a sus pies, como si su destino hubiera sido completado. Segundos más tarde, mi madre llamó a emergencias, gritando y sollozando. Cogió una sábana y se la puso por encima, para cubrir el cadáver de los típicos periodistas que lo único que querían era una fotografía del muerto para ponerla en revistas sensacionalistas. Mi madre me llamó y me abrazo muy fuerte, ella era la persona que más quería en el mundo, me acarició y en cuanto me soltó la espantosa melodía empezó a azotar mi cabeza. Algo iba a pasar y rápido, me dolía mucho, no solo no paraba como todas las anteriores, cada vez sonaba más fuerte y más rápido y siempre la misma melodía. Ni siquiera mi madre sabía acerca de mis dones, no ostentaba de ellos, no los quería. Ese día no fui al instituto, le dije a mi madre que estaba enfermo y fingí una tos poco creíble, pero ella entendía como me sentía en esos momentos. Me tumbé en el sillón y me puse la televisión para distraerme un poco. Pero la música seguía sin cesar, no la podía aguantar, era como la típica película de la OUIJA donde se mueren todos después de hacerla oyendo la extraña melodía. Pero hasta entonces nunca me había afectado a mí la música, siempre era a personas ajenas cuyas vidas me importaban bien poco, al igual que para ellos la mía. Entró una multitud de policías y periodistas en la casa, no tenía ganas de ajetreo así que decidí apartarme. Lo único que quería ver era su cara, la cara del hombre extraño. Tuve impedimentos para verla pero al fin lo conseguí, estaba pálido y frío como el hielo y tenía algo especial, algo que me avisaba, una señal. De golpe la música paró, pero no me sentí aliviado. La preocupación era aún más grande. No había pasado nada malo todavía, algo fallaba en mi don. Necesitaba saber que había pasado, cosa que era obvia que no podía preguntar a nadie ya que me hubieran tomado por loco.
Ya era de noche, nadie se oía, todo oscuro. Mi madre no llegaba, me puse nervioso y la música volvió a sonar, oh no. (pensé). Entonces la televisión se encendió sola, salió la cara del hombre extraño, esta vez vi algo más en esta, sus facciones dibujaban claramente una pistola, era una señal, lo sabía. Algo iba a pasar, los tambores sonaban cada vez más fuertes, me dolía la cabeza, estaba a punto de estallar, oía gritos, desesperación, muerte. La música cesó de nuevo volviendo a parecer que era la única persona del mundo.
El silencio de la noche se rompió con el seco tiro de un disparo.

2 comentarios:

David López dijo...

perdón es sonido no (tiro). Lo copié mal.

Teresa dijo...

¡Enhorabuena, David!
Te ha salido una magnífica redacción, especialmente la capacidad de aumentar el suspense a medida que avanza el relato.
Un error de acentuación (no sabía cómo) y el adjetivo "típico" para los periodistas que me parece demasiado tópico, no tienen apenas importancia ante tan buen trabajo.