domingo, 20 de febrero de 2011

LA MEJOR NOCHE DE MI VIDA

Una noche de verano paseaba frente al mar de un pueblecito de cuesta. Eran las 9 y aún no se había puesto el sol. Paseaba junto a mi familia y mis mejores amigos por el paseo marítimo. Aquella iba a ser la última noche, el último día, el último paisaje de mi vida. Quería pasarlo con la gente a la que quería. Tenía cáncer, ya no me podía curar. La “quimio” no había hecho resultado, no me lo detectaron a tiempo. Pero no estaba enfadada, solo un poco triste, porque pensaba en las cosas que aún no había hecho y que ya no haría nunca más. Pero pensaba en todas las que había hecho y me sentía feliz por haberlas vivido y disfrutado. Mi vida había sido maravillosa. Tenía una familia que me quería, unos amigos fabulosos, ¿qué más podía soñar?

Paseando por la playa, con la puesta de sol y el sonido del mar, nos acercamos a la orilla, nos quitamos la ropa y con nuestros bañadores, que ya llevábamos preparados, nos tiramos todos juntos al mar. El agua estaba un poco fría, pero con el calor que hacía se estaba mejor que nunca. Nunca hubiera dicho que bañarme en el mar un atardecer de julio me haría tan feliz. Me sumergí un montón de veces, quería saborear ese instante. No me lo quería perder, quería vivirlo al máximo aprovechar el poco tiempo que me quedaba.

Salimos del agua y continuamos paseando por la orilla. El agua nos tocaba los pies, todos estaban en silencio, y se veía en sus caras que no eran felices. Me giré y les dije:

- No estéis tristes por mí. Ésta es la mejor noche de mi vida. Aunque me vaya, siempre estaré en vuestras vidas y en vuestro corazón, des de ahí arriba os vigilaré y os ayudaré cuando lo necesitéis, como vosotros habéis hecho todos estos años conmigo.

De mis ojos cayeron unas cuantas lágrimas. Las últimas lágrimas, que iban dedicadas a la gente a la que amaba y a la que tanto echaría de menos.

Todos nos pusimos a llorar, pero no eran llantos de dolor sino más bien de despedida. Yo no tenía miedo de morir, solo tenía miedo de hacerles daño.

- Gracias a vosotros he conseguido sentirme feliz de haber vivido, y aunque me queden cosas por hacer, se que vosotros las haréis por mí y me siento bien por haber compartido mi vida con vosotros, y por eso, como estáis aquí conmigo, no tengo miedo.

Ya era tarde, eran las 12 o así, nos giramos hacia el mar. Un mar azul oscuro, tal vez el azul oscuro más precioso que había visto jamás. Y este color solo se aclaraba con los rayos de luna llena que se reflejaban en él. Todos miramos la luna, la más bonita que nunca habíamos contemplado. Tal vez era la más bonita porque brillaba en esa última y maravillosa noche de mi vida.

MARTA OLIVA ALBERT

5 comentarios:

Marta Oliva Albert dijo...

TERE! ha vuelto a pasar lo mismo..Si no lo ves ya te la enviaré! :)

Clàudia Bochaca Sabarich dijo...

Es muy emotiva Marta me ha gustado mucho, trata muy bien los sentimientos!

Anónimo dijo...

Marta, es muy bonita a mi tambien me ha gustado casi lloro.

David López dijo...

Martaa! ES muy chulaa! No sé que te ha pasado pero des de hace dos redacciones escribes muchísimo mejor!
Muy bien! (:

Teresa dijo...

Marta, es difícil tratar estos temas y no caer en el melodrama y tú lo consigues bien así que, enhorabuena, consigues emocionar en su justa medida.
Una cosita: supongo que te refieres a un pueblecito de "costa" y no de "cuesta".