lunes, 25 de octubre de 2010

SONARON TODAS LAS ALARMAS DE LA CIUDAD

Sonaron todas las alarmas de la ciudad, hecho normal que sucedía cada mañana en aquel territorio cosmopolita. La diferencia era que aquel día ni eran las 6 ni las 7 de la mañana, sino que era la una de la madrugada. Salí al balcón para ver si había sido un sueño aquello de oír simultáneamente todas las alarmas de Chicago, pero no. Montones de personas habían salido al balcón para comprobar lo mismo que yo. Algún que otro despistado andaba con prisas por la calle pensando que debía ser la hora de ir a trabajar, abuelos yendo a comprar el pan y encontrado el establecimiento cerrado. Aquello era un caos. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Ir al trabajo o quedarme en casa y volver a la cama? Decidí encender el televisor para ver si hablaban de aquel extraño fenómeno sucedido, y efectivamente, al poner la cadena de televisión española el presentador de las noticias que cada mañana miraba con mi café delante, ahora hablaba de un hecho paranormal nunca visto. Todas las alarmas de la ciudad se habían adelantado y habían sonado en plena noche. Esto no había pasado solo en Chicago, sino que había sucedido en todo nuestro planeta. El presentador hablaba de mantener la calma y de no salir de casa hasta que nos dieran una señal. Esto alertó a toda la ciudad y las luces de todas las casas permanecieron abiertas. La gente estaba en guardia. De pronto una luz cegadora iluminó todo el territorio, llevándose consigo todos los habitantes de la Tierra menores de 18 años. Aquel era una plan para deshacerse de la raza humana. Cundió el pánico. La gente se saltó las indicaciones dadas por la televisión y todo el mundo empezó a correr por las calles. Un artefacto nunca visto, un ovni según los expertos, había aterrizado en la ciudad. Lo que querían era exterminar a la raza humana para hacerse con nuestro planeta, la Tierra. Lo que no sabían era que la humanidad estaba preparada para eso y más, y que tenían montones de armas y recursos para deshacerse rápidamente de ellos. Lo único que tuvieron que hacer los científicos con más prestigio de los Estados Unidos, fue lanzar un gas tóxico que mataba a los alienes de Marte. En realidad no sabían de donde venían aquellos seres extraños, pero no tenían más tiempo y tenían que intentarlo. Efectivamente, aquellos profesionales no se equivocaron, y fue soltar el gas de las bombonas donde estaba comprimido y los pocos habitantes de Marte que habían venido a conquistar la Tierra se fueron descomponiendo lentamente hasta quedar en cenizas que luego se lanzarían en un vertedero.


CLÀUDIA BOCHACA SABARICH

2 comentarios:

Teresa dijo...

¡Está muy bien, Claudia! (Personalmente, me parece la mejor redacción que te he leído ahora). Lo que más me gusta es esa especie de parodia del género de la ciencia ficción que realizas (no sé si inconscientemente) cuando dices que no es seguro que fueran marcianos, cuando el habitante de Chicago mira las noticias de TVE o el final feliz para los terrícolas.

David López dijo...

A mi también me ha gustado mucho su redacción! :) jajaja