lunes, 25 de octubre de 2010

SONARON TODAS LAS ALARMAS DEL MUSEO

EL ROBO

El plan estaba hecho, tenía que ser el robo perfecto, cuando apareció ella. Melena morena, ropa arrapada y botas con talón. Cuando la vimos bajar de su moto ya sabíamos que no podíamos empezar. El plan se aplazaba. Era la ladrona más famosa entre los ladrones del país. La policía de tres países la buscaban por robo, pero nunca la habían cogido.
Cuando la vimos bajar de la moto nos preguntamos: ¿cómo ha sabido nuestra intención? Entonces empecé a pensar que tal vez entre nosotros hubiera un espía, cómplice suyo. Se había parado ahí en medio para que la viéramos y tuviéramos que esperar a otra oportunidad. ¡Quién sabe cuándo sería!
Por el auricular avisé a todos del suspenso de la operación. Nos reuniríamos en el almacén. Cada uno por una ruta distinta fuimos hacia allí. Yo era en esos momentos el cabecilla de la organización. No confiaba en nadie, ni en mis hombres y claro estaba que hacía bien. Hablamos sobre Matilde, la ladrona. Nadie se lo explicaba. Alguien tenía que ir a hablar con ella. Ese era yo. Mis hombres me acompañaron con el coche, y me dejaron en el centro de la ciudad. Des de una cabina de teléfonos la llamé. Tenía su número, antes habíamos sido cómplices, hasta que me falló. Me dejó solo. No esperó y no dudó en huir sin mí. Nunca supe nada de ella, ¿se escondía?, hasta esa mañana, cuando bajó de su moto. Me cogió el teléfono y al oír mi voz, noté que tenía miedo. Aunque fue difícil quedé con ella para hablar.
Fue en una habitación de hotel, llamé a la puerta y vino a abrirme. Entonces le miré y… tenía una cicatriz en medio de la cara. Su rostro no era el mismo, pero conservaba aún su belleza. La cicatriz no había afectada a sus facciones casi perfectas. La miré a los ojos y vi que estaba muy asustada. Nunca antes la había visto así. Me pidió perdón, pero no la escuché, estaba llorando. Se arrepentía de verdad, pero no podía perdonarla así como así.
Tenía que ser frío y le pregunté cual era el motivo por el que estaba allí, por el que había fastidiado mis planes. No me contestó y me tuve que ir. No la podía reconocer, tenía mucha rabia en mi interior, yo la había querido mucho y volverla a ver me afectó un poco. ¿Qué le había pasado?
Me reuní con mis hombres, la reunión con Matilde no había servido de mucho. Volvimos a hacer el plan, y esta vez saldría bien. Tenía que robar un cuadro, estaba en la planta baja del museo, trabajo fácil. Tenía 30 segundos para cogerlo. Entré y cuando me sonó la alarma del reloj. Era mi turno, en esa sala no había nadie, todos se pensaban que había un equipo de limpieza. Lo cogí, y me dispuse a salir, pero había un policía viniendo hacia allí, se había dado cuenta. Me iba a pillar, cuando de pronto apareció ella. Estaba detrás de mí. Me volvió a pedir perdón y me dijo que esta vez no me iba a dejar solo, que me iba a ayudar. Que la otra vez, había sido víctima de un chantaje y como yo me escapé le cortaron la cara. Pensé que no teníamos escapatoria, pero ella abrió en el techo una trampilla, siempre me iba a sorprender y salimos por ahí. Pero con la mala suerte de que sin querer pisé uno de los rayos láser que cruzaban la sala. En ese momento sonaron todas las alarmas del museo.

MARTA OLIVA ALBERT

1 comentario:

Teresa dijo...

Buena redacción, Marta. Tienes algún error de puntuación (faltan algunas comas) pero no es grave.
La mayoría de los errores morfológicos o de léxico son catalanismos : En vez de "arrapada" es "ceñida" y "desde" va junto. En vez del adjetivo "suspenso" debías utilizar el nombre "suspensión", "cuál" lleva tilde porque es interrogación indirecta y cometes dequeísmo en "suerte de que..." que debe ir SIN la "de".
Excepto por estos errores es una buena redacción bien ordenada y de ritmo rápido.