lunes, 20 de abril de 2009

LA ÚLTIMA ESCENA

Laura pronunció las últimas tres palabras con claridad. Los nervios del principio eran ya un mero recuerdo. El telón se cerró y las luces de la sala se encendieron. La enorme sala roja se vació en cinco minutos y todos empezaron a comentar la función. Eufóricos. Había sido un éxito.

La calle tenía un aire tétrico. Ésa noche las luces de los fanales no se habían encendido todavía y la lluvia golpeaba con fuerza las capotas de los coches.
Laura corría por encima de los charcos de agua que se habían formado en las aceras y parecía no importarle demasiado mojarse, de hecho ni se había preocupado de abrir su paraguas gris.
Al llegar a casa se quitó los zapatos y subió las escaleras precipitadamente como solía hacer. En el cuarto de baño se enjabonaba al mismo tiempo que el agua de la ducha le recorría el cuerpo. Se envolvió con la toalla de siempre y caminó hasta la habitación.
Tenía la cara demacrada por el cansancio, así que se puso el pijama y se dejó caer encima de la cama.

A las seis y media de la mañana Laura ya se estaba sirviendo el desayuno: tostadas con mantequilla y mermelada de fresas.
Se puso sus pantalones más cómodos junto con un jersey y salió a la calle. El tiempo había mejorado mucho pero el frío no cesaba.
Ésa mañana volvía a tener ensayo general, ya que por la noche iban a repetir la misma obra que el día anterior. A las siete se encontró con Maria y Luis a la puerta del teatro. El ensayo empezó con diez minutos de retraso ya que la directora no había llegado a tiempo.
La mañana transcurrió con normalidad y el nerviosismo de la pasada noche parecía, por primera vez, no existir.
Se fueron todos juntos a comer al restaurante de la esquina dónde hacían las mejores ensaladas de la cuidad y cuando eran ya las cuatro de la tarde volvieron al teatro ha hacer los últimos retoques.

A las diez en punto la sala comenzó a llenarse de nuevo, quizás con más gente que la noche anterior.
Las luces de la sala se apagaron, el cuchicheo de las voces disminuyó considerablemente y el telón se subió. Los primeros actores fueron desfilando y al parecer el público se lo estaba pasando fenomenal. La gente no paraba de reírse en los momentos más cómicos y algunos conseguían llorar en los momentos trágicos. Era una obra muy bien elegida, y con unos buenos intérpretes era maravillosa. Maria y Luis hicieron la última aparición antes de que Laura cerrara la obra con sus últimas tres palabras. Maria y Luis desaparecieron en medio de la oscuridad, después de demostrar al público todo su talento.
Las luces se abrieron de nuevo. La expresión de la gente cambió de repente. De unas caras felices a unos rostros llenos de horror. Delante de los ojos de todo el público, en el medio de escenario, Laura, balanceándose de un lado a otro, a treinta centímetros del suelo, con una gruesa cuerda atada en su cuello blanco. El telón se cerró. La gente empezó a aplaudir más fuerte que nunca, incluso hubo muchos que se levantaron de sus sillones para aclamar el realismo de la última escena.

1 comentario:

Teresa dijo...

Está muy bien redactada, Lidia aunque ese final del relato es incoherente (me explico, apenas hay elementos en el texto que adviertan del final y debería haberlos aunque estén disimulados para producir la sorpresa final)