domingo, 23 de enero de 2011

EN LA BOLA DE CRISTAL

Mi vida empezó a cambiar después de aquello. 12 de febrero, el día de mi cumpleaños. Llegó la noche y aún nadie se había acordado de mi, ni siquiera mi madre. Ya estaba lo suficientemente ocupada con aquel nuevo novio que se había echado. Me puse el pijama y me fui a lavar los dientes. Al llegar, fue cuando me llevé la única sorpresa de mi día de cumpleaños. Una bola de cristal yacía allí, en medio de mi cama. Era como las de las pelis de brujas que tanto me gustaban cuando era una niña. Había una nota: “De aquel que siempre te recuerda, papá.” Lo que estaba viendo no podía ser posible, mi padre estaba muerto. Había fallecido justo un año antes. El día de mi aniversario, un camión se llevaba el único recuerdo bonito que tenía en este planeta, no me quedaba nadie más. Yo tenía una especie de don que todo el mundo querría tener y que yo detestaba: parecía invisible para todos, era como si no existiera. Con mi desconcierto, me fui a dormir dos horas más tarde.
De pronto le vi. Yo estaba en medio de un prado. Todo lo que la vista abastaba era hierba fresca con flores primaverales de todos los colores que acababan de salir para mostrar al mundo sus preciosas tonalidades. Los rayos de aquel sol, que no quedaban tapados por ninguna nube iluminaron aquel abrazo que tanto tiempo había estado esperando. Mi padre me había venido a buscar. Por fin dejaría de aguantar aquella estúpida vida en aquel mundo en el que queriendo o sin querer yo no era más que un objeto invisible.


CLÀUDIA BOCHACA SABARICH

2 comentarios:

Marta Oliva Albert dijo...

Me ha encantado! :) Es muy bonita. Breve pero profunda!

Teresa dijo...

Tiene razón Marta que te ha quedado breve pero muy lírica.
Sólo un par de correcciones: "mí" va acentuado cuando es pronombre y "abastar" en realidad es "abarcar" en castellano.
¡Buen trabajo!