martes, 14 de diciembre de 2010

EL AMOR CRUZA LA PUERTA

Miércoles, un día cómo cualquier otro, sin nada de especial, rutinario, en medio de aquella semana antes de Navidad en la que nadie tiene ganas de hacer nada. En las cabezas sólo se pasea una idea, un deseo: Navidad.
Llego a casa y subo corriendo las escaleras, tiro la mochila de cualquier modo, me pongo una cinta en el pelo (para que no me salgan granos en la cara) i bajo al comedor a mirar mi serie favorita mientras me como ese croissant que me he comprado a la pastelería de al lado. Silencio, la casa entera para mi sola, tranquilidad, independencia. El ruido de unas llaves abriendo la puerta rompe todas aquellas buenas sensaciones. Mi madre, pero con quién viene?
-Carla?
-Si mamá, estoy aquí
-Hola hija. Mira este es mi nuevo compañero, Mateo. Del que te hablé ayer por la noche
Si, esto mi madre me lo había contado, yo había estado contenta por ella. Desde que lo habían dejado con mi padre que no había levantado la cabeza. Y además aquel tal Mateo no estaba nada mal, debía ser un poco más joven. Mi imprevisto fue la figura de detrás suyo, un chico joven, probablemente unos dos años mayor que yo. Guapo, con un posado tímido y lo mejor de todo, estaba buenísimo.
-Sí, encantada Mateo. Todo bien?
-Muy bien, ya tenía ganas de conocerte. Mira este es mi hijo, Julio
-Hola Julio
-Ei
-Es un poco tímido pero tranquila que cuando os vayáis conociendo mejor, el chico cambia radicalmente
Entonces yo ya no escuchaba sus palabras, ni las de Mateo ni las de mamá, solo observaba a Julio, sin querer a causa de un tipo de fuerza de atracción que no me dejaba parar de mirarle.
Pasó aquella horrible semana y si, por fin éramos viernes. Adiós colegio! Hola vacaciones, no sabes las ganas que tenía de que llegara este momento. Mi madre me vino a buscar en el colegio en coche, y con las maletas en el maletero. Nos íbamos a Paris, me dijo. Con Mateo y su hijo, aquel hijo a quién no había vuelto a ver des del día en que lo conocí.
París, luces, edificios. Un mundo totalmente diferente, precioso. Una cena en un restaurante carísimo, al que nos invito Mateo, dejándose allí el aumento de sueldo de Navidades. Llegamos el hotel, teníamos dos habitaciones de matrimonio reservadas. Los padres tenían intención de dormir cada uno con su respectivo hijo pero tanto yo como Julio les dijimos que no había problema, que podían dormir juntos tranquilamente. La cara de mamá se iluminó así como la de Mateo. Una noche solos, en un hotel de París, la ciudad del amor.
Julio y yo entramos a la habitación. Nos pusimos el pijama y nos lavamos los dientes, todo sin decir ni una palabra. El corazón me latía descompasado, traidor, no me podía creer que dormiría en la misma cama que él. Encendimos la tele pero ni él ni yo entendíamos nada de francés. Entonces empezamos a hablar, de pocas cosas. Cada vez se le iba pasando más la vergüenza, incluso empezó a reír, y a mi cada vez me atraía más aquella sonrisa. Las tres de la mañana, seguíamos charlando. Entonces llegó el momento clave. Nos quedamos callados de golpe solo mirándonos con ojos brillantes. Aquel fue nuestro primer beso. Paris, habitación de un hotel con vistas a las luces de la calle. Y los besos siguieron, en medio de sonrisas y palabras tiernas. Besos dulces, apasionados, besos robados que se convertirían en una bonita y larga historia de amor

CLÀUDIA BOCHACA SABARICH!

1 comentario:

Teresa dijo...

Buena redacción con algunos errores por influencia del catalán: "i", " a la pastelería", "Carla?", "posado tímido" tienen errores. Corrígelos.