martes, 21 de abril de 2009

EL RACING DE SANTANDER (HISTORIA DE SUSPENSE)

Eran las siete de la tarde y los padres de Andrea sacaban el coche para marcharse a pasar una noche a la Almunia donde vivían sus abuelos. Ella había decidido quedarse ya que le parecía que ese pueblo era muy aburrido. Además, el viaje desde Santander hasta el pequeño pueblo de Aragón se le hacía eterno y pasaba un mal rato ya que ella se mareaba muchísimo. Para más colmo, allí no tenía ningún amigo.
Por eso prefería quedarse en su casa mirando una buena película de suspense. Sus padres le habían prohibido salir. Le pidieron que se quedara sola en casa. Bueno, no completamente sola: su abuelo paterno también se quedaba en la ciudad.
En ese momento ya no estaba con ella porque ese día el Racing, el equipo de futbol de la ciudad donde viven, jugaba las semifinales de la copa del Rey y él se había marchado al bar con sus amigos del barrio para ver el partido. Si se hubiera quedado en casa, su nieta no le hubiera dejado ver el partido ya que ella odia los enfrentamien-tos de este deporte.
Andrea ya había cenado cuando se puso a ver una famosa película de terror llamada “Scream”. No la había visto todavía y varias amigas suyas se la habían reco-mendado.
Se le hicieron las doce y cuarto cuando se acabo esa película. Había pasado terrible horror. Se le quedaron grabados en la mente unos momentos terroríficos de la película. Sabía que esa noche le costaría dormir.
Ya era la una y cinco minutos y no podía pegar ojo. Daba vueltas por toda su cama. Sólo pensaba en esa imagen del asesino de la máscara acercándose por detrás a una pobre chica durante una fiesta y sus dos ojos se abrían como enormes naranjas.
Entonces, cuando menos se lo esperaba, se oyó un ruido. Andrea se asustó, pero después intentó tranquilizarse a si misma ya que se decía que debía ser la caldera, espanto que ya había experimentado otras noches.
Al poco rato se volvió a oír el mismo ruido. No le hizo caso esta vez. Pero el ruido seguía y esta vez se oía de fondo una voz ronca que gritaba cosas raras. Cada segundo que transcurría aumentaba más su miedo. Después de unos instantes que se hicieron eternos, los ruidos pararon. Ahora Andrea no podía cerrar los ojos ni en broma. Estaba superalterada, y sólo le faltó ver, al cabo de dos minutos de callar las extrañas voces, una imagen de un hombre pasando lentamente por su ventana.
Se levantó y fue rápidamente a coger un cuchillo de la cocina y, escondida tras un armario, esperaba qué podía pasar.
De repente se oyó como se abrían los postigos de la puerta del jardín. Andrea estaba muy asustada, no podía más. Con dificultades podía mantener el cuchillo en su mano.
A los pocos segundos se abrió la puerta del fondo y salió alguien. Andrea gritó con todas sus fuerzas, cerró sus ojos, se le rompió la voz a la mitad del escándalo y fue entonces cuando oyó:
- ¡Niña, que el Racing ganó!
Andrea se quedó parada. ¿Algún asesino decía esas cosas? Ella se esperaba un: “Estás muerta” o un “Despídete”.
Entonces, allí donde estaba, medio escondida en un rincón al lado a la nevera, con los ojos cerrados y medio desconcertada, le vino a la mente de que era su abuelo, que había ido al bar a ver el futbol y que probablemente se había olvidado sus llaves.
Entonces la chica se giró lentamente y abrió los ojos. Lo que vio fue, en un primer instante, las llaves del abuelo sobre la mesa del comedor, cosa que le supuso un alivio enorme, y lo segundo fue al girarse completamente, un hombre alto con una máscara blanca y una camiseta del Rácing apuntándola con una escopeta de caza.

Historia de intriga

Se celebraba una multitudinaria fiesta de cumpleaños en un transatlántico que se dirigía a Montecarlo, era el cumpleaños de Katy la hija mayor del actual presidente de los Estados Unidos de América, la joven Katy cumplía 18 años y estaba recibiendo una gran fiesta. Había unos 400 invitados, amigos de la joven, políticos y gente con importantes cargos, había dotaciones de la policía ya que el presidente era muy perseguido y algún sospechoso se podía haber infiltrado en la fiesta sin mucha dificultad.
Bien avanzada la fiesta el presidente si disponía a dar un discurso para todas las personas en honor de su hija cuando de repente hubo un apagón, se fue la luz y empezó a sonar una especie de alarma, todo el mundo estaba aterrorizado y se oyó un fuerte disparo, el capitán del barco encendió la luz de emergencia y se pudo ver al presidente al suelo rodeado de un charco de sangre, no tenía pulso, había muerto. La joven Katy empezó a llorar como una desesperada, el conductor del barco también había resultado muerto, esto hacía pensar que el asesino no había ido hacia allí solo, sin ninguna duda era un francotirador, el conductor había muerto con arma blanca, era muy difícil saber quien podía haber sido, parecía que tenían una lancha de potente motor cerca y con ella habían escapado, el FBI hará todo lo posible para llegar a la solución, mientras tanto USA necesita presidente…



















Roger Sánchez

lunes, 20 de abril de 2009

LA ÚLTIMA ESCENA

Laura pronunció las últimas tres palabras con claridad. Los nervios del principio eran ya un mero recuerdo. El telón se cerró y las luces de la sala se encendieron. La enorme sala roja se vació en cinco minutos y todos empezaron a comentar la función. Eufóricos. Había sido un éxito.

La calle tenía un aire tétrico. Ésa noche las luces de los fanales no se habían encendido todavía y la lluvia golpeaba con fuerza las capotas de los coches.
Laura corría por encima de los charcos de agua que se habían formado en las aceras y parecía no importarle demasiado mojarse, de hecho ni se había preocupado de abrir su paraguas gris.
Al llegar a casa se quitó los zapatos y subió las escaleras precipitadamente como solía hacer. En el cuarto de baño se enjabonaba al mismo tiempo que el agua de la ducha le recorría el cuerpo. Se envolvió con la toalla de siempre y caminó hasta la habitación.
Tenía la cara demacrada por el cansancio, así que se puso el pijama y se dejó caer encima de la cama.

A las seis y media de la mañana Laura ya se estaba sirviendo el desayuno: tostadas con mantequilla y mermelada de fresas.
Se puso sus pantalones más cómodos junto con un jersey y salió a la calle. El tiempo había mejorado mucho pero el frío no cesaba.
Ésa mañana volvía a tener ensayo general, ya que por la noche iban a repetir la misma obra que el día anterior. A las siete se encontró con Maria y Luis a la puerta del teatro. El ensayo empezó con diez minutos de retraso ya que la directora no había llegado a tiempo.
La mañana transcurrió con normalidad y el nerviosismo de la pasada noche parecía, por primera vez, no existir.
Se fueron todos juntos a comer al restaurante de la esquina dónde hacían las mejores ensaladas de la cuidad y cuando eran ya las cuatro de la tarde volvieron al teatro ha hacer los últimos retoques.

A las diez en punto la sala comenzó a llenarse de nuevo, quizás con más gente que la noche anterior.
Las luces de la sala se apagaron, el cuchicheo de las voces disminuyó considerablemente y el telón se subió. Los primeros actores fueron desfilando y al parecer el público se lo estaba pasando fenomenal. La gente no paraba de reírse en los momentos más cómicos y algunos conseguían llorar en los momentos trágicos. Era una obra muy bien elegida, y con unos buenos intérpretes era maravillosa. Maria y Luis hicieron la última aparición antes de que Laura cerrara la obra con sus últimas tres palabras. Maria y Luis desaparecieron en medio de la oscuridad, después de demostrar al público todo su talento.
Las luces se abrieron de nuevo. La expresión de la gente cambió de repente. De unas caras felices a unos rostros llenos de horror. Delante de los ojos de todo el público, en el medio de escenario, Laura, balanceándose de un lado a otro, a treinta centímetros del suelo, con una gruesa cuerda atada en su cuello blanco. El telón se cerró. La gente empezó a aplaudir más fuerte que nunca, incluso hubo muchos que se levantaron de sus sillones para aclamar el realismo de la última escena.
Hacía días que Pedro lo sospechaba, pero hoy por la mañana, al ver el mismo coche que le seguía, lo afirmó. Alguien le vigilaba. Él no sabía por qué. No había roto nada, no había hecho nada en el ordenador ni había hecho bromas telefónicas. Cada día estaba más preocupado y más vigilado.
Al principio sólo le vigilaban por la calle. Poco después empezaron a parar el coche delante de su casa, pero ahora ya no le dejaban en paz ni en el colegio. Si salía con los amigos, allí estaba el coche; si iba a ver el futbol, allí estaba el coche. Un día decidió quedarse en casa simulando estar enfermo pero el coche estaba en la puerta parado sin moverse. No decía nada a nadie de lo del coche pero poco a poco fue alejándose de la gente que le rodeaba, solo hablaba con su perro hasta que murió atropellado por el coche. En aquel momento, Pedro se lanzo contra el coche, quería destrozarlo. Ese maldito coche le había destrozado su vida y él lo destruiría a él. Cogió una piedra y le saltó encima ciego de rabia. Le rompió la luna delantera. Entonces le vio un hombre bajito que le dijo, “tranquilo, sólo era un experimento para ver cuánto aguanta una persona bajo presión”.